¿Estudiar anatomía hace el yoga más seguro?

Publicado en marzo de 2012 en Yoga Therapy Today

 

En 2009, asistí a la reunión del Consejo de Escuelas en el SYTAR y escribí mi opinión para el International Journal of Yoga Therapy sobre algunos de los problemas que existen en la creación de normas para la terapia del yoga. Más recientemente, publiqué en mi blog una crítica a algunos de los malentendidos más comunes en la industria del yoga sobre la certificación en la formación del profesorado, y se publicó un artículo en el New York Times titulado “Como el yoga puede destrozar tu cuerpo”.

En todas las discusiones y los hilos de comentarios que se han ido sucediendo, el sentimiento predominante parece haber sido que una de las razones por las que hay muchos profesores formados en enfermedades y en impartir clases sobre lesiones es que los profesores de yoga no estudian suficiente anatomía. La suposición es que el conocimiento de las ciencias anatómicas hace al profesor de yoga más cualificado y sus clases más seguras.

Después de más de una docena de años especializándome en la práctica de yoga terapéutico, trabajando con un amplio rango de gente y condiciones, me siento seguro con los protocolos que empleo. Los resultados favorables me han convencido rotundamente de que mis métodos son seguros y efectivos. Francamente, cuando decidí empezar mi programa de formación y ofrecer las 200 horas de certificación básica en la enseñanza del yoga terapéutico, estudiar anatomía no estaba en lista de elementos esenciales. Aunque había estudiado anatomía hasta cierto punto, nunca me había preocupado mucho y ciertamente no es lo que hace que mis clases sean seguras.

Esta confesión puede significar un sacrilegio para algunos, pero si la ciencia va a ser la rúbrica, entonces vale la pena mencionar que, hasta el momento, no hay ninguna investigación o evidencia que apoye la teoría de que estudiar anatomía hace que el yoga sea más seguro. De hecho, hay sólidos argumentos que defienden que, en muchos casos, estudiar anatomía no es útil en el desarrollo de la práctica o enseñanza del yoga de una persona.

Me doy cuenta de que estas declaraciones, viniendo de alguien que no está vinculado a la ciencia, pueden ser fácilmente consideradas menos creíbles. Así que decidí contactar con algunos profesores importantes de anatomía para profesores de yoga y solicité su experta opinión. Les mandé las siguientes tres preguntas:

1. ¿Estudiar anatomía hace que el yoga sea más seguro? Si es que sí, ¿cómo? Si es que no, ¿por qué?

2. ¿Está la anatomía (y la enseñanza de eso mismo) abierta a la interpretación? Justifica tu respuesta.

3. ¿Hay casos en los que estudiar anatomía no es útil para el desarrollo de un practicante o profesor? Si es así, ¿cuándo?

Leslie Kaminoff, coautor de Anatomía del Yoga (yogaanatomy.net), dice: “La anatomía, como cualquier conocimiento adquirido, es una herramienta. Las herramientas pueden utilizarse para ayudar o para hacer daño. [Estudiar anatomía no es útil] cuando se utiliza para castigar a tus estudiantes o a ti mismo. Normalmente no utilizo términos anatómicos cuando doy clase. Pues activa el hemisferio equivocado del cerebro. Intento darle a la gente una experiencia tridimensional de sus cuerpos y respiración, y no lo van a pillar si están intentando entender y aplicar anatomía en su cuerpo mientras practican”.

Amy Mathews, coautor de Anatomía del Yoga (embodieasana.com), añade: “Si estudiar anatomía ayuda a iluminar el increíble número de formas ‘correctas’ de llevar a cabo una acción, genial. Por desgracia, el estudio de la anatomía puede volverse también una imposición de limitaciones a la posibilidad de una búsqueda de lo que es ‘anatómicamente correcto’.”

En su respuesta al artículo del New York times, Kaminoff también señala que las formas del yoga no existen como objetos empíricos por sí mismos. Las asanas en yoga solo existen cuando un ser humano trata de ponerlas en práctica. Es imposible hacer declaraciones generales sobre los aspectos técnicos de una forma de asana separada de su contexto esencial.

No todo el mundo responde igual al estudio de la anatomía. Cuando la anatomía despierta el interés de alguien e inspira investigación sobre la experiencia, entonces el estudio es útil. Sin embargo, para el maestro en ciernes que no tiene mente académica, examinar un cuerpo a través de una mirada anatómica a menudo intimida al estudiante.

Niel Pearson, profesor clínico asistente en la University of British Columbia y miembro de la Pain Science Division de la Asociación Canadiense de Fisioterapia (lifeisnow.ca), cree que aprender anatomía conlleva el riesgo de generar enfoques basados en el miedo en la práctica de las asanas: “Cuando enseño a profesores de yoga que están formándose para ser terapeutas de yoga, parece que, para la mayoría, su conocimiento de anatomía se intercala con precauciones y banderas rojas para asegurarse de que sus estudiantes están seguros en clase. Este conocimiento no les permite enseñar desde el corazón, se ha creado una práctica de enseñanza desde el miedo.”

Además, Pearson explica, la tendencia humana de intentar y explicar cosas desde una perspectiva mecánica, como si pudiéramos hacer las cosas más reales al describirlas en términos físicos, hace que el yoga se convierta fácilmente en asana, y la asana en una práctica puramente física. Destacar esa anatomía es la clave para reforzar de forma segura la visión de que el plano físico es lo más importante.

Incluso si nos limitamos a lo físico, hay muchas cosas en anatomía que están abiertas a la interpretación o a la sensibilidad. Cierto, no se puede negar que el fémur no es otra cosa que el fémur, pero no todo el mundo está de acuerdo en los beneficios y/o contraindicaciones de la parada sobre la cabeza o sobre los hombros. He escuchado justificaciones anatómicas muy creíbles que apoyan diferentes visiones.

Judith Hanson Lasater, autor de YogaBody (judithlasater.com) está de acuerdo en que imponer un modelo médico en yoga “no nos lleva a ningún lugar nuevo”, pero no obstante afirma que una base fuerte en anatomía es importante. Sin embargo, en su inefable forma de reformular la cuestión, dice, “la anatomía no es suficiente.”

Pearson concluye: “Al final, el conocimiento de la medicina occidental sobre el cuerpo humano no va a hacer que el yoga sea más seguro. Cambiar el enfoque de los estudiantes sobre la disciplina del yoga y la práctica de las asanas provocará el cambio más grande.”

En la formación que dirijo, enfatizo un conjunto de protocolos de seguridad centrados en su mayoría en la relación profesor-alumno, en el campo profesional, y el rol que el yoga juega en la curación de una persona y su vida. Aunque también instruyo en cómo y cuándo modificar poses y secuencias que adaptar en situaciones y condiciones específicas, aprender estas modificaciones y entender como emplearlas no requiere nada más que un rudimentario conocimiento de anatomía.

Soy de la misma opinión que Matthews, quien dice que estudiar anatomía no es esencial para practicar o enseñar yoga. Hay muchos profesores excelentes y que enseñan de forma segura que aportan un incalculable servicio a la humanidad y no hablan sobre anatomía. Es más, como Matthew también afirma: “si alguien va a utilizar una discusión de anatomía como una herramienta de enseñanza en una clase de yoga, es mejor que sepan de lo que están hablando en vez de solo repetir algunas de las cosas peligrosas y simplificadas que muchas veces se dicen alegremente.”

Independientemente de la importanciaque se le ha dado a la anatomía en las formaciones de los profesores de yoga o terapeutas de yoga, había un consenso sobrecogedor entre los profesores de los que saqué que el estudio de anatomía por sí solo es insuficiente para asegurar una práctica segura del yoga. En vez de tener a la anatomía como la panacea de los males de la profesión de maestro de yoga por la que la profesión del yoga va mal, quizá haríamos mejor promoviendo una mentalidad diferente sobre el trabajo físico de la práctica del yoga la cual minimiza cualquier posible riesgo y fomenta decisiones más inteligentes.

Cuando se trata de profesores en formación, la mayoría de los profesionales con los que he hablado están de acuerdo en que la clave para enseñar yoga de forma segura se reduce a la sensibilidad y adaptabilidad del instructor, en su capacidad de dialogar y el grado de reacción con el estudiante, y en la humilde confianza de saber lo que sabes y lo que no sabes.